jueves, 17 de marzo de 2016

De refugiados


Fue durante la guerra, septiembre del 36 o así. La maestra regresó al pueblo. Se llamaba Pilar, era joven, comprometida con los valores republicanos, una mujer formada durante los años treinta. En 1933 fue admitida para participar en los cursillos de selección profesional para ingreso en el Magisterio primario, según informaba el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid del día 7 de agosto del mismo año. Se llamaba Pilar Júdez Bailón, aunque el Boletín la apellidaba erróneamente Judes. Llegó de noche. El cielo estaba cuajado de estrellas. En la Mancha casi se pueden tocar con los dedos de la mano. Tal vez hiciera frío, no lo recuerdo bien. Llamó a la puerta de casa. Le abrió mi madre. Pilar vivió con nosotros cuando fue destinada de maestra a nuestro pueblo. Habíamos intimado, nos habíamos respetado. Se abrazó con mi madre, besó a todos los hermanos (éramos siete, cuatro hermanos y tres hermanas). Luego explicó la razón de su visita. Quería llevarse a Madrid a Manuel, mi hermano mayor, que tenía dieciocho años. Dijo que era mejor que se fuera con ella que lo destinaran forzoso al frente. Mi madre la miró. En su corazón hubo agradecimiento.
—Señorita —dijo—. Voluntario ni a misa.
No hubo más palabras. Pilar se marchó a la mañana siguiente y ya no supimos, hasta hace poco, más de ella. Mi hermano Manuel fue llamado al frente. Murió en Castellón durante la campaña de Levante. Escribía todos los días a casa. En junio dejamos de recibir cartas y una extraña frialdad se adueñó de nuestras vidas. Nunca más supimos de Manuel. Seguramente lo enterraron en una fosa común.
Pasaron los años, los quinquenios, los decenios, Franco murió, retornó la libertad y llegó Internet. Cada día sabemos más gracias a la Nube. Gente perdida en la niebla del pasado que vuelve y nos habla cada vez que tecleamos su nombre en google. Tal vez de Manuel nunca volvamos a saber; me refiero en dónde está enterrado y si a su alrededor hay esparcidos objetos que se llevó de casa. La pluma que le dio padre para que nos escribiera, el pañuelo que le guardó madre en la maleta con las iniciales de su nombre bordadas. Pero de Pilar sabemos más cosas. Desconocíamos si había muerto en la cárcel o fusilada, o si había logrado abandonar el país. Para nosotros era un misterio el destino de aquella mujer que había vivido en casa y que había regresado durante la guerra para salvar a Manuel del horror de la batalla.
Pilar consiguió llegar a México. En 1954 era profesora de educación primaria en Veracruz, con número de cédula profesional 44772. Era una “profesionista mexicana con estudios en el extranjero”. Una de las muchas republicanas españolas que se integraron en la sociedad mexicana y participaron en su desarrollo educativo y cultural. Fue maestra en el primer centro de educación primaria que puso en marcha el patronato Cervantes en México.
México fue el único país que tuvo piedad por los cientos de miles de refugiados de la Guerra Civil española. Otros levantaron campos de concentración de triste recuerdo: Gurs, Àrgeles-sur-Mer, Saint Cyprien, Barcarès, Hadjerat M’Guil, Colomb-Bèchar. Muchos de los refugiados políticos acabaron después con sus huesos en los campos de exterminio nazi. Si se comparan las fotografías en blanco y negro de los campos de internamiento de aquella época con las actuales en color de los ubicados en los Balcanes, podremos convenir que hay pocas diferencias: lluvia, barro, viento, rostros de sufrimiento, pero sobre todo ignominia, la de los países que les dan la espalda y los condena a la desesperación. En eso, Europa es maestra, en enorgullecerse de sus valores democráticos y humanitarios mientras deja en la estacada a pueblos enteros en nombre de la seguridad y la paz interior. No hay país que no lo haya hecho en algún momento de su historia. Nosotros, herederos de los más grandes pensadores de la Humanidad, los primeros.
Quizá nunca sepa si Pilar Júdez volvió a España o hizo de México su última patria. Pero al menos vamos recuperando retazos de las vidas de personas con las que compartimos vivencias y sentimientos y de las que no volvimos a saber hasta la llegada de Internet. Son pocos datos, algún recorte de periódico, información sobre exiliados españoles llegados a México en tal o cual barco, parte de sus vidas profesionales, poco más. Pero seguro que la imagen de los campamentos de refugiados inundados, las vallas fronterizas, las policías nacionales impidiendo el paso y, sobre todo, el rostro de los refugiados suplicando un poco de piedad no se borrará nunca de la memoria de losestadistas europeos actuales, esa banda de cobardes que conociendo la historia de devastación de la Europa del siglo XX y el padecimiento de su gente, no se la evitan a los nuevos parias de la humanidad.
El destino de los refugiados, los pasados y los actuales, siempre será el mismo y la indignidad de los países que los rechazan nunca podrá tener perdón. La Carta de Derechos Humanos, la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Convención del estatuto del Refugiado, pisoteadas por la democrática Europa, cuna de las libertades y de la cultura. Poco ha cambiado desde la primera mitad del siglo XX; solo nos ha hecho más hipócritas cuando de darse golpes de pecho en nombre de la democracia se trata.
Este 16 de marzo hay convocadas manifestaciones en las principales ciudades de España para rechazar el acuerdo alcanzado por la Unión Europea y Turquía sobre refugiados. No se puede tratar a la gente como al ganado. Ojalá que sean masivas.
http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/fsaura/2016/03/refugiados

martes, 15 de marzo de 2016

Los enemigos del pueblo




En 1882 Henrik Ibsen escribió Un enemigo del pueblo. El doctor Thomas Stockmann descubre que el manantial de un establecimiento de aguas termales está contaminado y es un peligro para la salud pública. Pero las “fuerzas vivas” del lugar acallan su descubrimiento con el argumento del daño que se ocasionará al pueblo si el análisis químico que constata la contaminación es publicitado en el periódico local. Finalmente, el médico es exilado del lugar como enemigo del progreso, como un enemigo del pueblo. La obra de teatro fue escrita hace casi 130 años y acaso ilustre las diferencias sociales y culturales, pero también económicas, que todavía separan a las sociedades nórdicas de la española. Un enemigo del pueblo fue escrito en la época de la llamada Restauración Española. Ya se sabe, terratenencia, industrialización muy limitada y caciquismo generalizado. Una etapa de corrupción total bajo el disfraz democrático de la alternancia de dos partidos monárquicos que se repartían el poder y los réditos que éste proporcionaba bajo la batuta directora del Rey. 
Obras como la citada Un enemigo del pueblo Casa de muñecas no eran imaginables en una sociedad mediterránea como la nuestra. O si lo eran no transcendían más allá de unos pocos lectores más o menos radicales. La sutileza con la que Ibsen trata el tema de la igualdad de género o la prevalencia de la verdad y el deber público sobre el desnudo cálculo económico, la utilización del “bien común” para ocultar intereses particulares, no existe en la literatura española. Debe formar parte de un debate social más avanzado y más rico en sus planteamientos. Desde la perspectiva de nuestros pensadores neoliberales o liberales seguidores de la Escuela Austriaca de Economía (por no mencionar a su pope Hayek), Noruega y su entorno, dado sus fuertes lazos de solidaridad social y la organización económica que establece un suelo mínimo de decencia redistributiva, deberían haber naufragado y sus economías deberían ser altamente ineficaces. Porque lo que ellos llaman socialismo, es decir, la caricatura que ellos hacen del socialismo, solo puede abocar al fracaso económico y a la miseria más o menos general. No parece que esto haya ocurrido, tampoco que los debates públicos, en los que participa prácticamente toda la sociedad y que duran meses y a veces años, sobre las reformas económicas o de los mecanismos de solidaridad establecidos hayan estancado el desarrollo económico y la prosperidad general. Todo lo contrario de lo que ocurre en nuestro país. Aquí se acuerda una contaminación ideológica de la Constitución sin discusión previa, a las bravas; aquí se llegan a unas elecciones sin programas electorales definidos. Solo se habla de liberalizar, de eliminar los obstáculos que impiden el libre desenvolvimiento de los emprendedores que, como no podría ser de otra forma, son los empresarios. Sin coste alguno, por supuesto.
Leer artículos de miembros de colectivos como, por ejemplo, Ciudadanos para el Progreso, escuchar ciertas emisoras de radio y televisión en los que el lenguaje dominante es de una simplificación exasperante y en los que se presupone que volviendo a Adam Smith entraremos en una fase de desarrollo económico sostenible y eterno, es desconocer la historia y sus lecciones. Por ejemplo, para nuestros liberales el resurgimiento del comercio en la Edad Media, la prosperidad de los burgos, la creación de mercados y ferias demuestran la potencialidad del mercado y de la búsqueda del lucro personal y/o grupal. Solo falta hacer los caminos seguros frente a los salteadores y asesinos. Es verdad, la legislación mínima debe favorecer la libertad del intercambio eliminando los elementos extraños que distorsionan tal objetivo. La horca y el hacha son la mejor solución; posteriormente lo serán otras formas de represión colectiva tan queridos por los neoliberales, por ejemplo los golpes de estado. Que se lo pregunten a Kissinger. Cuando una sociedad toma constancia de la existencia de desigualdades sociales inaceptables y opta por políticas económicas que priman la cohesión social sobre el desarrollo descontrolado son tildadas de ineficaces y enemigas del progreso. Aquí el progreso tiene un significado muy laxo; se supone que la gente emprendedora es feliz fabricando artilugios, vendiéndolos y enriqueciéndose, y que el resto de la gente, los que somos no emprendedores, somos felices consumiéndolos. También que la gente siempre y en cualquier caso optaremos por el ingenio humano frente a otras consideraciones, por ejemplo la permanencia de un bosque junto a un lago. Los defensores del medio ambiente desconocen el alma humana que busca la perfección siempre, y que remodela la naturaleza en un nuevo diseño inteligente cada vez más divinizado.
Para nuestros liberales, los enemigos del pueblo somos la gente decente que cree en un desarrollo sostenible frente a la ficción del avance científico ilimitado que siempre y en todo caso se adelantará a los efectos negativos del desarrollo sin barreras; también los que creemos que la riqueza de las naciones es una conquista colectiva y que su reparto debe ser, por tanto, lo más equitativo posible. Por supuesto, los que creemos en las elecciones individuales y colectivas de las personas, tanto privadas como públicas.
Para nuestros liberales gente como Ibsen son antiprogresistas, arcaicos, medievales y la literatura es, como el resto de los bienes humanos, mercancía. 


jueves, 10 de marzo de 2016

La Biblia en España



A lo largo de los siglos, la lucha de los Comunes por conseguir  autonomía para determinar las condiciones materiales de sus vidas ha sido una constante. Llámense como se llamen (plebeyos, comunes, clases populares, pueblo…) hablamos de una mayoría social que en los últimos años tiende a ampliarse mientras que la otra fracción que sí puede determinar su futuro, su riqueza y, al mismo tiempo, el futuro y la riqueza de los demás, disminuye. Tiene similitud con “los de arriba” y “los de abajo” del discurso de Podemos y cada vez más se diferencia de la tradicional clase obrera, sujeto revolucionario por antonomasia de la izquierda marxista. En este sentido, Podemos ha sabido diseñar un nuevo relato que sintoniza más con el pensamiento transgresor inglés desde la Edad Media que con la socialdemocracia y el comunismo continental. La clase obrera, en su acepción clásica, es una minoría entre los Comunes. La clase obrera organizada, la que trabaja para las multinacionales o las grandes empresas dónde existe implantación sindical, comités de empresa y capacidad de lucha, es a su vez una fracción mínima de la clase trabajadora y de los Comunes. De lo que se deduce, o debería deducirse (hay mucha gente en la izquierda apegada a la tradición) que en el Siglo XXI el cambio o la ruptura solo puede venir a partir de la desconstrucción del sujeto revolucionario en un mundo globalizado en donde el trabajo, más aún el trabajo estable, será un bien cada vez más escaso.

Tal vez sea tiempo de olvidarnos, o abstraernos, de las ideologías revolucionarias de la Edad Contemporánea y, navegando por los corazones de los siglos, acaso desde Jesucristo y aún antes, buscar ese viento de liberación que animaba a los que no tenían, a los que se les había robado lo que tenían, en definitiva a aquella inmensa mayoría que no podía determinar cómo sería su presente y su futuro. Lo que está rompiendo el consenso social en las primeras décadas del Siglo XXI es, en primer lugar, no tanto la gran recesión que estamos sufriendo sino las recetas que se están aplicando para superarla y, en segundo lugar, la percepción de que el credo neoliberal nos devuelve las cadenas de la incertidumbre de las que lentamente nos fuimos liberando desde la Revolución Francesa, en España muchísimo después. Esta convicción ha finiquitado el bipartidismo, reduciendo notablemente el voto de los dos partidos hegemónicos desde la Transición del 78. El PSOE perdiendo gran parte la credibilidad a partir de 2010 con las reformas al diktat de Merkel, el PP con su insensible política de recortes que tanto sufrimiento ha provocado a la sociedad española.
Evidentemente España no es Inglaterra, su historia, aparte de los encuentros esporádicos, violentos y resueltos en general desastrosamente para la primera, tampoco. En la formación de la clase obrera inglesa tuvieron que ver mucho las transgresiones religiosas de los siglos anteriores, si hacemos caso a Thompson. A la España heredera del Concilio de Trento, vino a vender biblias George Borrow, políglota inglés comisionado por la Sociedad Bíblica Británica. Extrañará a los lectores tal negocio. La Biblia y España no parece que hayan caminado separadas a lo largo de los siglos. En realidad, en nuestro país solo se comercializaba el texto en latín, la conocida como Vulgata. Barrow desembarcó en Portugal y, si no recuerdo mal, entró en nuestro país por Extremadura con biblias en castellano, que nos traerían tolerancia y modernidad. Cosas del libre examen del luteranismo.
Durante la Gran Depresión de los años treinta del Siglo XX, si hacemos caso a Howard Zinn en su La otra Historia de los Estados Unidos, hubo fenómenos similares a los ocurridos en nuestro país con la terrible crisis económica que estamos sufriendo. Por ejemplo, la lucha contra los desahucios. La diferencia está en los actores, que en el caso norteamericano fueron los sindicatos y el Partido Comunista de Estados Unidos, y en nuestro caso las ex novo Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). Seguramente, tanto los sindicatos norteamericanos como el Partido Comunista hubieran acabado como acabaron aunque el presidente de la época no hubiera sido Roosevelt y no se hubieran aplicado las recetas económicas de Keynes. En nuestro caso, el desprecio a las necesidades sociales, verbal y postural en el caso de Rajoy, de los partidos políticos hegemónicos ha concluido con el fin del bipartidismo y el surgimiento de nuevos actores políticos, curtidos en la calles y plazas de nuestro país, que en estos días transgreden diariamente los usos y costumbres del Congreso. Estos actores, Podemos pero también un líder como Alberto Garzón,  han cambiado el relato de conformismo que teníamos tan bien aprendido desde hace décadas. Y lo han hecho modificando el eje izquierda-derecha por el eje arriba-abajo para ampliar el electorado al que se dirige un discurso de rebeldía. Nosotros, el noventa y nueve por ciento, los Comunes, las clases populares, a los que se nos ha arrebatado la certidumbre de nuestro futuro y el de nuestros descendientes y ellos, de los que solo sabemos que mueven el dinero y el poder a placer. Durante siglos hemos luchado por poder tener acceso a las herramientas de la supervivencia y con ellas poder planificar una vida segura y amable.
Las últimas noticias indican que habrá elecciones el 26 de junio. PSOE y Ciudadanos han hecho maridaje negociador. Parece que irán juntos en las reuniones que mantengan con otros partidos para negociar la formación del gobierno. Cuesta entender la postura del PSOE.  En un eje clásico izquierda-derecha tendría cierta explicación, pero ahora no nos movemos en ese eje. Y Ciudadanos es un partido de arriba, apoya a esa minoría que quiere gobernar no solo nuestras haciendas, también nuestras vidas. Es un partido más neoliberal que el PP, aunque en lo cultural pueda ser más moderno y tolerante. Apoya, en nombre del crecimiento y la prosperidad, ese intento de acabar con los pocos márgenes de certidumbre que nos queda a los de abajo, de dejarnos a merced de caprichos ajenos, de convertirnos en eternos dependientes de una minoría selecta. Esto debería diferenciarlos nítidamente del PSOE, pero los herederos de Pablo Iglesias, el viejo, no parecen verlo. Creen ampliar la base social hacia el centro. Esperan que las urnas lo premien por su responsabilidad, tanto a ellos como a Ciudadanos. Están intentando volver a vendernos la Vulgata, pero la ciudadanía hace tiempo que dejó de escuchar el sermón de espaldas a la feligresía.

La Biblia ahora se lee en español y esto nos hace más libre para decidir después de examinar la realidad. 

http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/fsaura/2016/03/biblia-espana

martes, 8 de marzo de 2016

De vergüenzas propias




Estoy valorando pedir la nacionalidad vaticana. Ni mi país ni ninguno de los pertenecientes a la Unión Europea satisface mis exigencias de respeto escrupuloso a la legalidad internacional. Que la ACNUR advierta de que "la expulsión colectiva está prohibida" nos debería hacer recordar tanto la barbarie nazi como el posterior trasiego inhumano de minorías étnicas una vez finalizada la II Guerra Mundial. Es una vergüenza en el sentido estricto de la palabra. Que el Papa Francisco diga cosas que pienso y siento, es un ejemplo de la situación a la que hemos llegado. Más que la austeridad que solo provoca miseria, esta actuación de la Unión Europea es incalificable y dañina para las democracias. Las personas no son ganado, las personas no tienen nacionalidad, el maltrato de cualquier persona es un atentado a los derechos humanos. La excusa de que Europa no puede soportar tal avalancha humana de refugiados, de que dañaría su modelo económico y social, de que a la larga iría en perjuicio de los europeos es bastarda. Es la excusa que siempre se ha puesto para legalizar el sufrimiento ajeno. 

La Unión Europea se creó para algo. Hoy ya no sabemos para qué.

lunes, 7 de marzo de 2016


Nos levantamos con la herida de la edad en los labios y sentimos que el laberinto de la vida se cuartea como el barro de los estanques secos. Más allá de la longitud de nuestros brazos, la realidad nos es ajena, extraña, habitada por el espíritu de las cosas que nos rodean: los restos de una colmena en un prado, el sol descarnándose en un bosque que ardió en el estío, una lechuza que duerme en un árbol carbonizado, las nubes congeladas en la mirada ingenua de una niña, la espuma etérea de un torrente de sal junto a un molino cartagenero derruido, el tallo de una planta brotando en la grieta alquitranada de una calle…
Alguien comentó que en esta tierra nunca ocurre nada. Hay paisajes, mares, tormentas, hayedos en otoño, tierra rojiza y hojarasca, espuma, brisa y sonrisa blanca en la cresta de las olas pero nunca ocurre nada. La voluntad humana es inane: Eloy Sotelo no da un golpe en la mesa para exigir un lugar en los manuales de historia de la literatura, sólo se consume de frío y añoranza en los esqueletos quebrados de Leningrado; Ainhoa Izar, hermosa estrella de los bosques de Irati, contempla el Mar Menor y no sabemos si en sus dulces aguas se refleja la imagen del hombre abandonado o del corazón desgarrado. Mi abuela se pierde en el Puerto de Alicante con una niña en brazos, mientras los italianos se miran en un estanque de llovizna y aguas turbias. No hay acción, sólo contemplación del tiempo que transcurre lento, monótono, aburridamente estoico.
Y en el cielo, la luna es una espectadora privilegiada del devenir absurdo. Con sus lentes de aumento nos contempla y nos retrata como hormigas insignificantes, entre inmensos océanos y profundas quebradas abiertas con un cuchillo de estrellas. Somos espíritus de agua en terrenos baldíos, lava ardiente en los volcanes de La Garrotxa, sequedad hambrienta en los remansos de los ríos y en las arenas dormidas de Calblanque. Somos un rosal plantado en un suelo de cristal (triste, solitario, dormido, sin tierra ni pasión).
Somos, sólo somos...
Acaso esta tierra no tenga sangre en el cuerpo y se mueva en la Nube como los muertos vivientes. Pero, creedlo, sí tiene poesía, como los retoños de un roble que verdean en la tierra negra, como un caballito de mar hallado entre las hélices de una motora después de diez años de ausencia y olvido, como la voz de Eloy Sotelo en la espesa criatura de un témpano de hielo del lago Ladoga, como los pescadores de Santa Pola que llevaron a mi abuela a las costas desnudas de Argelia, como el canto rodado lanzado por Ainhoa Izar a las serenas aguas del mar…
¿No es hermoso que nunca ocurra nada y que podamos navegar libres entre las estrofas de todo aquello que amamos y que deseamos para nuestras hijas e hijos? Creemos que sí.
http://www.lacronicadelpajarito.es/domingo/herida

domingo, 28 de febrero de 2016

En lo alto del álamo


Fuimos en algún momento descubiertos en lo alto del álamo, apoyados en una rama, observando el crepúsculo y más allá el ardiente hielo de la aurora boreal. Éramos tú y yo y el viento de la atardecida que nos traía las voces del bosque blanco. Y muy lejos, tal vez más allá del océano, y del delta del río, y del viaje de los salmones, y del hocico de los osos pardos rozando la espuma de la cascada, y del corazón del águila dominando los límites de la salvaje creación, nuestros enemigos. Porque éramos inmensos, tú y yo, y no había infinitud que pudiera abarcarnos con sus dedos de polvo azul. En lo alto del álamo, nos sentíamos dioses verdaderos y despreciábamos a esos diosecillos del Antiguo Testamento, del Olimpo, de los bosques del círculo polar, de las grandes catedrales y de la carcoma de los santuarios renacentistas. Éramos y nunca dejaríamos de serlo, amando las estrellas o tallando las nubes con nuestros corazones de miel.
En algún momento las estrellas se fundirían en un espejo de sentimientos. Llevábamos millones de años esperando ese momento: en el álamo, en la hoja del abedul, en un orgasmo inmortal, tú encima, yo contemplando el arco iris cada vez que tu cabello se erizaba y refulgía en la penumbra. Nos amamos hasta desfallecer, ¿lo recuerdas? Era enero, tal vez febrero. Los almendros habían florecido, la vida brotaba de las cáscaras ocres del invierno, las nubes se alargaban en el horizonte, las laderas olían a humedad y a misterio. Y nosotros, tú y yo, tu sexo y el mío y la convicción de que el mundo había decidido suicidarse lentamente. ¿Qué más podría decir si acallabas mi voz con un beso, con tu piel cubriendo la mía, con tu mirada de miles de luciérnagas burlonas, si no era te amo, te amo, te amo…?
Te amaba. Cuando leíamos la poesía de Eloy Sotelo, cuando sentíamos su frío en el infierno de Leningrado, cuando bebía ávidamente sus versos en tus labios, cuando tú lo hacías en los míos, cuando las palabras del poeta crecían hasta rozar con su hermosura la incandescencia de las estrellas, te amaba. Los poemas de Sotelo a su compañera llorando en el puerto de Alicante, la sombra de las palmeras, la lluvia leve empapando con su rencor de victoria las ropas de la derrota. Dieciocho poemas te leí aquella madrugada, dieciocho veces me pediste que te abriera al Cosmos con el huracán desatado por la descripción de las calles de hielo y las ratas royendo el cuero de las botas. No podíamos hacer otra cosa. La lluvia helada golpeaba nuestros cuerpos sin súplicas que pudieran evitarlo. Éramos inmensos, el Universo no podía abarcarnos con su infinitud, pero éramos pequeños, débiles, inseguros. ¡Qué contradicción, amor mío! Nuestros sueños llegaban hasta la nada pero una gota de agua nos atemorizaba.
Y ahora, dos mundos después de nuestra caída definitiva, cubiertos ya con una hoja de parra, todavía te amo. Y tú lo sabes porque seguimos siendo un alma escindida en dos cuerpos. Semilla, yemas, un retoño, la flor que se abre y brilla como una perla que contiene en su interior toda la luz de la Vía Láctea. Esa eres tú y yo, y yo, a veces me siento polvo estelar que te rodea y te posee. Pero solo a veces. Otras intento huir de mí mismo y entonces me encuentro en ti, porque soy tú y tú eres una extraña subida a un álamo, que contempla como me vacío descendiendo a la húmeda tierra y confundiéndome con el humus.
Fuimos en algún momento descubiertos en lo alto del álamo. Y entonces nos separaron. Nos encerraron en vidas que no deseábamos y nos llevaron más allá del ardiente hielo de la aurora boreal. Eso fue cuando mis labios sabían a los tuyos y mi cuerpo y el tuyo corrían sin sentirse por el mismo cauce de la vida.

http://www.lacronicadelpajarito.es/domingo/descubiertos-lo-alto-del-alamo

jueves, 7 de mayo de 2015

Una ciudad perfecta


La ciudad era perfecta, al menos para sus propósitos. De tamaño medio, todavía había gente que la consideraba un pueblo donde todo el mundo, o casi, se conocía, donde las relaciones sociales eran formalmente modernas pero en el fondo tan clasistas como las habían sido siempre, desde la Restauración y más allá, hasta los primeros pobladores de la conquista cristiana que se apropiaron de los vergeles, de los valles y de las tierras mejores. Llegaron de Castilla y de la Corona de Aragón, si hacemos caso a los cronistas, los modernos y los contemporáneos, que tejen la historia con el hilo dorado que guía los designios de las clases dirigentes.
Todavía a principios del Siglo XXI, los linajes se repartían el pastel: unos se deleitaban con el chocolate que impregnaba el papel moneda, otros con el aroma desbordante, sobre todo en abril, de la llamada cultura popular, los de más allá dictaban la ideología o la forma de pensar y de comportarse; todo regado con el elixir orgásmico del poder: la sensación de impunidad y esa prepotencia, insoportable en otras latitudes, que solo ofrenda sumisión. Aparte quedaban los recién llegados, pero éstos, si alguna vez habíamos creído en ellos como una esperanza en el erial habitado por sombras, que no por ideas, de la ciudad, pronto eran arrastrados por la corriente de los convencionalismos y se integraban en el orden inmutable de la realidad vivida.
Así era y así fue durante siglos. La perspectiva de una forastera circunstancial, de una viajera con la biblia en la mano, o con papel y pluma en el leve equipaje que se lleva cuando se va en busca de  aventura, no podía ser, al menos en los primeros momentos del encuentro y del enamoramiento o repulsión, la misma e inmutable de las clases dirigentes. Si la primera podía otear desde la atalaya de la ignorancia lo que, caótico u ordenado, se le ofrecía a la vista, oído y sabor de las calles, plazas y jardines de la ciudad y sacar conclusiones no contaminadas por el anodino transcurrir de generaciones enteras, las segundas vivían desde el Siglo XIX atrofiadas en su pensamiento recurrente y autocomplaciente.
Así era aquella ciudad de tamaño medio, perfecta al menos para los propósitos de una observadora llegada de tierras boreales, allí donde la distancia y el pétreo rumor de la naturaleza escribían en sangre que los hombres, y mujeres, eran iguales ante la muerte. Llegar con pluma y papel, también con lienzo, caballete y pincel, pero, sobre todo, con el corazón envuelto en la cáscara de cierto cinismo social que nos hace libres, a aquella ciudad, a finales de abril, cuando el azahar flotaba denso en el aire, no debió sorprender a los que deseaban soñar que los extraños se acercan a nuestra ciudad buscando la luz, esa luz que diluye en fuegos de artificio el carboncillo de las sombras.
“… un resplandor
Sostiene bien estos cielos
Ya plenarios del estío
Pero leves para el brío”
Jorge Guillén

Llegó el primero de mayo, ya casi nadie se acuerda. Llegó buscando en el paisaje lo que faltaba en su corazón; tal vez lo que de pautado, sobraba en su cerebro. De aquello y de esto escribiremos en Las Horas Sitiadas

viernes, 24 de abril de 2015

Primavera de olores violentos




Al cruzar el tercio de año, entrada ya la primavera, y las flores, y las nubes del atardecer trayéndonos la humedad de la tormenta, y los picos entreabiertos de los pájaros, y las frutas madurando en racimos de vida,

Decidimos ser ingenuos y llenamos las calles de ideas, y las cabezas de esperanza, y sin saberlo dialogamos en silencio con la historia que se nos negó cuando un sapo (¿quién se acuerda de León Felipe?: nadie) blandió la espada y descabalgó la democracia de nuestro país.

El derecho penal siempre castigó duramente la ingenuidad. Lean, si no, la literatura inglesa o francesa del Siglo XIX. Háganlo y no callen cuando arrojen las pastas duras de los libros a las ratas de la compostura y el orden.

Pero aquel mayo la ingenuidad ocupó todo el espacio a la sombra del campanario, y ni siquiera el estilete del derecho penal o administrativo pudo reventarla,

Y la primavera olió intensamente a libertad, esa forma de violencia que aterra cuando se ejerce en la calle y conforta cuando se circunscribe a los despachos y a las firmas oficiales.

Olores violentos de un mayo que se hizo ingenuo a mitad de mes sin saber el por qué.


jueves, 16 de abril de 2015

Al dejar atrás el Siglo de Luces




Navegamos por los mares turquesas liberando esclavos, incendiando la caña de azúcar, abordando sueños con viejos bajeles, escalando los peldaños de la libertad con los pies desnudos.

 Eso fue hace mucho, hace siglos- relatan los historiadores- pero parece que fue ayer

Y que solo una noche nos separa de las llamas iluminando con sus miles de luciérnagas incandescentes el aroma del huracán liberado de sus cadenas.

Tierras en las que no ocurre nada en siglos, como si éstos se contaran en horas y las muertes en círculos de cobre o en granos de arena.

Y ahora que volvemos la mirada atrás y vemos al hombre libre oteando el horizonte con la sal del mar abrasado,

No sabemos si su libertad sabe a azúcar arrojado al mar, o a agua de coco, o al silencio de los houganes ensayando la rebelión alrededor de la hoguera o a una plaza iluminada por el sol de una primavera de olores violentos;

Tal vez no sepamos mucho sobre nosotros mismos, sobre nuestras ideas y esperanzas, pero llegamos a intuir, como cadáveres que somos de una realidad ajena, que al abrir los ventanales de la clausura los objetos permanecen en su quietud,


Sin que los siglos hayan modificado su naturaleza.

jueves, 8 de enero de 2015

Charlie Hebdo





Tal vez seamos, o podamos o quisiéramos ser dioses. Pero andamos a dos piernas (hasta en eso nos ganan los animales), tenemos ideas extrañas relacionadas con el dominio o control de nuestros congéneres, defecamos de mala manera, comemos carne y pescado y, sobre todo, odiamos las diferencias. Matariamos para que los demás fueran idénticos a nosotros, como dos gotas de agua, como dos aburridas amebas. Llamamos seguridad a nuestra inconsistencia sobre un alambre, miramos, olemos, sospechamos, sabemos que nuestro vecino se burla de nosotros: atranca la puerta de su casa, se encierra en el armario de su habitación y allí, en la mas densa oscuridad, se burla de nuestro Dios al que nosotros adoramos en público y por el que matamos cuando resulta necesario. Esas risas que llegan de debajo de las sábanas, esas blasfemias, esa manera de tirar de la barba de los profetas, esa indecorosa mentira, la negativa a postrarse ante el Dios verdadero. No son personas, son falsificaciones del Libro, versículos reescritos por ateos y traidores. Hay que purificar el aire, hay que peinar las nubes con la palabra revelada, hay que degollar a quien niegue la verdad, la eterna verdad. La muerte es un tributo, la de los blasfemos y la de los gentiles. Que el vuelo del halcón guíe la lanza de la justicia, la bala de plata, la tormenta de fuego que arrasará los lugares del pecado: Paris, Londres, Berlín, el jardín de las delicias... 
Así habla el loco que mata en nombre de nada, porque Dios no es nada y si lo fuera tampoco nos serviria para nada