viernes, 17 de octubre de 2014

Ya no queda en el lugar...

Ya no queda en el Lugar palomar como el de nuestro padre,                  

abandonada la aldea,
asilvestrados los campos,
secos los pinares,
ardientes las semillas
que nos da la madre naturaleza,
olvidados los escondrijos de nuestros antepasados
debajo de la nieve,
de los sarmientos
o de las mieses desbriznadas.

La llave de los misterios
se perdió en la ponzoña de las alcantarillas de Madrid.
La llevó mi abuela anudada al cuello
en los largos paseos por el Barrio de San Blas,
con sus medias de lana
y su mirada hundida en las tumbas presurosas del pasado
(en los bordes húmedos de las nichos excavados,el pasado dibuja el origen y el fin de la vivida dignidad,
un hilo de tierra sin nombre,
una casi perfecta cuerda de abejas,
un susurro como de bombas astillando los troncos,
y las ramas y las hojas, de los almendros).


La primera caída supo a miel,
la tierra a hiel.
Una a una sucumbieron las colmenas
bajo el silbo caníbal del hacha.
La miel se solidificó en el polvo del páramo,
sin nombre ni pergamino.

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