lunes, 22 de diciembre de 2014

Las predicciones de Jerónimo Monserrate





Jerónimo Monserrate, indignado con la casta, ha decidido romper con los partidos políticos del sistema. Jerónimo es una amigo de la infancia temprana, la que importa, la que deja huellas imborrables en las biografías personales. Con el ensayé las primeras travesuras de la infancia: en la huerta, entre los limoneros, masticando vinagrillo o utilizando el cerriche como dardos hirientes en los jerséis de lana. Aquellos fueron años de inocencia primitiva, también de juramentos eternos y de secretos que hubieran debido ser eternos, con la sola complicidad del polvo cósmico. Luego el tiempo, las aficiones distintas, los amores adolescentes, los estudios y, tal vez, el deseo de romper con lo que nos hace ser buena gente, nos separó. El se doctoró en astrología, yo (¡pobre de mí!) decidí buscar en el pasado las sinrazones del presente. Un error por mi parte, pero debo argüir en mi defensa que mi familia no tenía tradición universitaria, desbordando, por el contrario, la gremial. Jerónimo, sin embargo, descendía de una familia de brujas (la madre, las tías, una abuela, dos bisabuelas....) que se adentraba en las etapas más oscuras del Medievo, en el antiguo Reino de Murcia y, más atrás, en las Cerdaña catalana. Y de ellas, de su madre, tías y abuela primeramente, aprendió la ciencia astrológica de una manera que repelía la superchería y la impostura. En pocos años se especializó en la lectura de las estrellas, investigando e innovando en disputas astrológicas que se desarrollaban, ora pacíficamente ora en guerras encarnizadas que terminaban en los cadalsos y, según los países, en las hogueras (la manipulación de los poderosos por astrólogos enfrentados, y endiosados, llegaban a tales extremos).
Lo importante en este relato es que Jerónimo Monserrate, merced a su prestigio fundado en la innovación de la ciencia astrológica, entró tempranamente en las sedes de los partidos e incluso en los divanes de los políticos, junto a los psicoanalistas traídos de la Argentina. Y entró para quedarse; mejor para navegar con sus predicciones en los mares procelosos de la alquimia electoral. Una muestra de la precisión de su método astrológico fue su predicción de las victorias autonómicas del PSOE en los años 1983, 1987 y 1991. Incluso en la primera y tercera fecha acertó con exactitud el números de diputados regionales del partido por entonces hegemónico (1983, 26 diputados; 1991, 24 diputados) y solo erró en un escaño en las elecciones de 1987. En 1992 se marchó a Madrid. Felipe González demandó sus servicios y aún hoy en día se afirma que algo tuvo que ver, con su ciencia y las recetas que puso sobre la mesa de Ferraz, en la derrota del PP en 1993.
Jerónimo Monserrate regresa a Murcia en 1997. La añoranza de la tierra perdida y, como me dijo en nuestro reencuentro, de aquellas tahullas de misterio que rodeaban la casona familiar de la huerta, con sus palmeras, sus naranjos y el olor a azahar que le hacían recordar el regazo materno, le impelió a regresar al lugar que nunca debió abandonar. Pronto, en un mes de abril oloroso y, a su parecer, triste, un preboste del PP lo llamó por teléfono. Querían contar con el, la exactitud de sus predicciones no se habían olvidado y el partido gobernante lo quería de asesor. Y, si nos atenemos a lo ocurrido en las elecciones autonómicas de 1999, 2003, 2007 y 2011, Jerónimo había perfeccionado su ciencia astrológica hasta el punto de conseguir una precisión matemática: acertó en la composición del parlamento autonómico con un error inferior al 2%. Ni siquiera la ciencia estadística se atrevía a tanto. Pero lo más extraordinario es que sus predicciones se adelantaban en dos años y un mes a la celebración de las elecciones correspondientes, permitiendo a los políticos populares la tranquilidad necesaria para centrarse en la felicidad de los gobernados.
No obstante, algo cambió en el alma de Monserrate en 2011, algo relacionado con su amor a la brujería y a sus protagonistas, esa clase de mujeres marginadas y perseguidas durante siglos. El cambio se inició con una primeriza simpatía por la acampada de la Plaza del Sol y por el dolor que le producía el empobrecimiento de vecinos y amigos. Luego, su inquietud se transformó en abierta rebeldía. Abandonó el PP regional, participó en los primeros círculos de Podemos, se enamoró de la calle y de las voces ancestrales de la brujería familiar, rompió el espejo de la miseria humano y decidió poner su ciencia al servicio de causas que consideró de una dignidad inapelable. Eso ocurrió más o menos en el mes de noviembre de 2013.
Para el 25 de mayo de 2014, predijo sin error la representación española en el Parlamento Europeo, y aunque algunos se burlaron de los cinco asientos que asignó a Podemos, el transcurso de la madrugada le dio la razón, acalló burlas y miradas irónicas. Y lo que es más importante, decidió poner su sapiencia al servicio de Pablo Iglesias y sus huestes. Tal vez por esta razón, me comentó Jerónimo hace unos días, el objetivo de Podemos es la conquista del poder en las elecciones generales de finales de 2015, porque conocen los resultados, y no solo los resultados, con más de un año de anticipación, lo que les permite diseñar una estrategia que les acerca cada vez más a la Moncloa.
En una próxima entrada, hablaremos de las predicciones de Jerónimo Monserrate para 2015. En concreto desde el 19 de marzo.


martes, 16 de diciembre de 2014

Las estrellas brillan en las hojas de las adelfas



Regresando de Albacete, las estrellas brillan en las hojas de las adelfas. A la altura de Minateda ya la boca recuerda el sabor de la cicuta. Beberla gota a gota, sorbo a sorbo, para inmunizarme de tanto veneno impregnando las nubes, la salmuera, el espejo de las olas, la mirada burlona de la gaviota en el capó del coche.
Vivimos en una tierra extraña,
paseamos por las cumbres de la desesperanza.
No sé si la manzana negra que saboreo esta noche está impregnada de Hegel, o si la lectura de Panero vacía de sangre mis venas.




Pero leo

“El loquero sabe el sabor de mi orina
Y yo el gusto de sus manos marcando mis mejillas
Ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres” (*)

o

“y que a nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o de dios debo mi ruina” (*)

(*)- Leopoldo María Panero



domingo, 14 de diciembre de 2014

La verdad revelada



Y en esto que llegaron unos señores (los extraterrestres también utilizan etiquetas sociales) del espacio sideral y dictaron la Verdad (con mayúscula, claro) a los terrícolas que, hundidos en el cenagal de la corrupción y la mentira, escucharon en silencio, dieron por buenas sus enseñanzas, y vieron por fin la luz entre tanta pez, aunque eso ya ocurrió con Moisés y la tabla que esculpió Yahvé en la roca sin que, al parecer, la Verdad fuera observada durante demasiado tiempo.
Normalmente cuando la Verdad es revelada y permanece en el viento social sin ataduras e interpretaciones sesgadas durante días, semanas, meses o años, su lectura se vuelve confusa y cada lector interpreta a su manera su significado pudiendo sobrevenir la tan tristemente publicitada anarquía, es decir, ni amo, ni dios, ni ley. Y la anarquía no es buena porque iguala a todas las personas, las hace diferentes pero idénticas ante una Verdad interpretada sin orden ni criterio. Y si es necesario algo en este planeta es orden y criterio y, sobre todo, personas que sepan interpretar la Verdad sin dejarla al antojo anárquico de cualquiera que se levante una mañana con la imaginación activada en demasía. Para eso están las facultades y universidades de nuestro planeta: para imponer orden y criterio, para designar los fragmentos dogmáticos de la Verdad, los que necesitan ser ordenados por brujos, chamanes, teólogos, filósofos, politólogos y sus correlativos del ámbito científico.
Y en esta fase estamos: la de poner orden desde arriba eliminando lo superfluo, lo superficial, lo que distrae la atención, lo que nos aleja del objetivo principal, que, por cierto, no es la felicidad sino el poder. La Verdad ha sido revelada ya. Su lectura, sin embargo, necesita una Vulgata, no vaya a ser que el viento de la anarquía mute en huracán y ya nadie puede detenerla con las herramientas que la evolución nos ofrece en cada momento histórico.
Si el poder es el objetivo último, a la Verdad hay que atarla en corto, con un lazo de inocencia que anude su corazón irracional, el que habita en cada uno de nosotros y nosotras y nos hace participes de la libertad de Ser en un mundo a veces tiránico. Al lazo se le llama organización. Hacemos un nudo arriba, otro a mitad de la pirámide, algunos más territoriales... atamos, atamos y atamos y tenemos un partido político: PP, PSOE, UPyD, IU, Podemos....
Ya podemos conquistar el poder, que es lo único que merece la pena. Apaguemos las luces que han iluminado las plazas públicas, las terrestres y las de la Nube, durante años, ya tenemos la organización. Solo falta tomar el poder.
Podemos.



jueves, 11 de diciembre de 2014

La trompa del elefante



La trompa del elefante, las rayas de la cebra, el cuello de la jirafa, la cola del camaleón, la arena, el mar y el cielo dibujando hierba de mazapán en la línea del horizonte.
Las ovejas en la ladera, las hojas rojizas, los algodones del solsticio de invierno en las ramas desnudas del hayedo, el alce, el vientre del viento, la lluvia, las olas y la espuma, tu sonrisa en mi vientre, la humedad de la noche bajo las sábanas.
El aluminio, el acero, los obreros domeñándolo, los altos hornos, las chimeneas calientes, la luz de la madrugada, las farolas, el barco que zarpa dividiendo el corazón negro de las aguas, la acera mojada, la columna romana, tu mano cruzando como el rayo mi espalda.
Un libro, la hoguera, la biblia, el desierto ardiendo, la zarza de hielo, el arca envarada en el monte Ararat, la prostituta que se acerca a Jesús, los pies de seda, tus senos, el aroma de tu piel, el incienso, el viento en el bosque, el aullido del lobo, la luna llena, tu ausencia, la muerte.
La Historia, la historia, la mía, la tuya, la sustancia del alma, la senda, el camino, la carretera, la autopista, el tiempo que de pronto se desboca y arrasa, de brisa a huracán, de riachuelo a torrentera, de resignación a rebelión, de lo individual a lo colectivo.

Aquí estamos, vosotros y nosotros, libando el dulce de la piel de la humanidad, dulce de membrillo, éxtasis, Bernini, Santa Teresa, la carne del paraíso, un títere universal zarandeado por los silencios cósmicos, dios bostezando en los anillos de Saturno.  

lunes, 8 de diciembre de 2014

Dibujamos una luna redonda




Primero dibujamos una luna redonda, grande, entre brumas nocturnas, golpeada por el viento galáctico, abierta a los mares del sur en retales de texturas, sabores y colores dispersos, soñada por los amantes que burlan a las nubes con su sexos de piedras rojizas, calientes, con corazones que laten acompasadamente en su interior, una luna nueva, distinta y distante que imita el canto del ruiseñor en la amanecida, que tiene contorno de espuma y algas, que se contempla entre palmeras y arena quebradiza, que surge al atardecer y nos contempla desde arriba, señorial, majestuosa, una dama blanca, amarilla, anaranjada...
Luego, durante la vigilia, mientras observas un suspiro ascendiendo por los juncos del cañaveral o el vuelo del abejaruco, el rumor de sus alas o el olor de su plumaje, cuando ya sabes que no eres nadie, que tus recuerdos no escarban en la tierra húmeda de lo que un día fue la juventud (ahora perdida, ahora olvidada), que tus manos, la piel que la cubre, ya no acarician la miel que recubre tu alma, ese mundo blasfemo (a veces) que habita tu ser, tu pensamiento, la forma de reconstruir un pasado fantasmal, luego (digo), durante la vigilia, anudas con las palabras un verso suelto, que no rima con la estrofa, que huye del soneto, y lo lanzas al aire para que vuele, para que edifique palacios de caramelo en la perpendicular de las ciudades (estas oscuras, vacías, peces que se pudren en el río que las surca)...
Después, la luna, tú, yo, la paloma, la espuma de la cerveza, un torrente interior que desgarra los músculos del corazón, el viento que arrecia, la palabra que calla, el fuego, el hielo, Tales de Mileto, el olvido, las Guerras Médicas, Ulises y el Mediterráneo, Ítaca, los caballeros de la tabla redonda, la cruz en el cruce de caminos de irlanda, un castro, gente ardiendo en el feudo del feudo inconcluso, Trastámara, los castillos en medio del páramo, la armadura, la espada, los gritos de las brujas entre las llamas, América, la desgracia, el río Amazonas, un mar de árboles, un océano de ramas, monos y pájaros exóticos, tú y yo de nuevo dibujando paraísos, tú y yo dibujando infiernos de locura, de amargura, de sadismo...
Finalmente, borramos la luna, sus contornos, la mano de luz que surge de su amor y ya solo queda oscuridad (la de este mundo y de este tiempo) y sabemos, sabes, que nada es eterno, ni sólido. La historia nos lo recuerda.


domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Cómo?





¿Cómo se abre una ventana en un país sin futuro?, ¿una ventana abierta a la alegría del mediodía o al espejo de las nubes que fluyen del sol naciente empujadas por el viento de lo nuevo, de lo inesperado, de lo increíble?.

¿Cómo se construye un puente sencillo,con dos arcos de medio punto y algún ornamento tal vez neocentista, que permita vadear el tiempo terrible que han sembrado los mercaderes del templo, de los fosfatos, de los taladores de bosques ecuatoriales, del atesoramiento de moneda mientras el hambre (la falta de leche y agua potable) es dueña de los estómagos (de los sueños) y no un sabor amargo en la memoria de los años sesenta (por ejemplo) ?.

¿Cómo olvidamos (lo que no se ve no existe) de nuestros des(gobernantes), esa gente que te mira con soberbia, satisfecha de haberse conocido, con un desprecio disimulado (mostrarlo no es políticamente correcto) por sus gobernados a los que solo hay que agradecerles no haberse equivocado y haber elegido a los mejores (ellos)?.

¿Como devolver a las cloacas a las ratas que roen las punteras de nuestros zapatos con sus dientes curtidos en la avaricia, en la sed de poseer y de dominar?.

¿Como viajar por tierras extrañas, en las que alguna vez nos sentimos confortables mientras observábamos las cumbres nevadas desde el fondo de las cárcavas y conversábamos en la lengua de la amistad con hermanos, primos, amigos, camaradas?.
¿Cómo volver a deleitarnos con las lunas del otoño recostados en el regazo del amor y de la confianza?.

Cómo descender por las torrenteras, vestidos con la desnudez de la libertad?.

¿Cómo aprender a leer las huellas de nuestro destino con la mirada de la niñez?.

¿Cómo construir un edificio de piel cálida?.

¿Cómo amueblarlo sin usura, sin propiedad privada excluyente, sin mentiras ni tarjetas black?.

¿Cómo remodelarlo eternamente con los deseos de millones de sueños que se interrumpen abruptamente a las cuatro de la madrugada, con la lluvia golpeando el techo de uralita de una favela?.

¿Cómo hacer de tu piel el hogar del resto de mis días?.

¿Cómo ser, como vivir, como creer?.

¿Cómo enterrar en el fondo del mar, en un cementerio marino iluminado por peces iridiscentes, las creencias que se demostraron falsas y las verdades que nos hacen daño?.

¿Cómo alinear los planetas, los sistemas solares, las constelaciones, las ideas de todos los perdedores de la historia, para crear algo nuevo, algo distinto, algo distante de nuestros egoísmos y de nosotros mismos?.

¿Cómo?.



domingo, 9 de noviembre de 2014

Barcelona



Hace una temperatura agradable en Barcelona, en Esplugues, en el Baix Llobregat. Llegué el viernes por la tarde, viajé en el tranvía. El olor a hierba, a nubes cortadas a tajo por el vientre azul del cielo, las conversaciones de los viajeros, esa mujer embarazada sentada en el andén (esperando quizá la llegada de la vida a una estación de paso); ese olor a hierba que me acompaña por las calles en cuesta, que me hace soñar con la adolescencia, recostado en un mar verde, observando los sauces, el vuelo de los gorriones, tu mirada allá lejos, a dos sueños de distancia...
Paseo por las calles de la ciudad. Están abiertos algunos institutos, no todos. La gente se apiña a sus puertas. No puedo decir si son mucha o poca. Es domingo. Una luna blanca luce su melancolía allá arriba, en el vientre azulenco que parece romper su membrana de indolencia harinosa. La ciudad de los prodigios, la ciudad de los automóviles y de los letreros con la inscripción UHP, la cuesta del Cotolengo, Pijo Aparte, los poemas de Gil de Biedma y las laderas de Montjuich.
Muy al sur, todavía se oyen lo pasos de Goytisolo en la ribera del mar, su viaje en barca, las encañizadas, el vino amargo, el caldero, la leña, el pescado hirviendo, el último beso, el olvido... Las raíces de nuestro pasado se pudren en las ciénagas de la desconfianza. Vázquez Moltalbán murió hace demasiados años, demasiados para los poemas que una vez escribiste para mi, a la orilla de un río blanco o mordisqueando la fruta escogida al azar en La Boquería. Las aves que dibujan la luz de las noches en las dunas, que cantaron a coro aquella noche de inmensa tristeza, de abandono y de sal en el cabello, son ahora sombras sin carne, dibujos en una muro impávido que se hace carne antes de partir en dos un corazón antaño joven y galopante, ahora dolorido, vacío, cubierto de una patina de óxido.
Solo queda esperar que lo demás muera. Es ley de vida. Ya no hay historia, solo economía y la telaraña que envuelve las vivencias colectivas. Nos devorará la araña pero para entonces ya no tendremos conciencia de lo que somos o de lo que fuimos. De nuestro pasado y del pasado de nuestros padres.



lunes, 3 de noviembre de 2014

Tu última llamada




No utilices el teléfono
La gente jamás está dispuesta a responder,
Utiliza la poesía”.

Kerouac, 1970


Anoche recibí tu última llamada. Habías decidido irte con las luciérnagas de junio, subida a las nubes que descargaban granizo en los lindes del valle, no lejos del estanque y de los álamos del río blanco. Busqué tu voz en el viento, en el corazón de la piedra, en las hojas brillantes, en el alma de la procesionaria, en el tránsito de las palabras esdrújulas, en la victoria póstuma de Antonio Meucci pero ya los dioses que despreciamos en las tardías noches del desamor te habían poseído en los trópicos de Miller, a la orilla del East River.
Oculto tu rostro en las calles de la Gran Manzana, dormida en una multitud de ojos azules, grises, castaños, del color del foliage de Nueva Inglaterra (tal vez), el viento helado de los Grandes Lagos besando de hielo tus labios, bebes el vino de los mendigos en botellas de papel.
Utiliza la poesía cuando leas On the road, haz de las amplias llanuras tu hogar, evita las cascabeles, bebe de los cactus, duerme el oro de tu piel en el centeno maduro, sonríe a la noche cuajada de estrellas, súbete a un autobús imposible, lee el viento en los cipreses de Van Gogh y escríbeme una sola vez: cuando el mundo no tenga límites y tu cuerpo sea invisible como el Universo.

Goodbye, amor. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

La llovizna humedecía apenas las hojas de los álamos




La locomotora se detuvo en la estación por primera vez en veinte años. El esqueleto de un pasajero que perdió el último tren permanecía erguido sobre el banco, los huesos de las piernas cruzados, una flor marchitándose en la mandíbula entreabierta. Al otro lado de las vías, el viento agitaba los álamos que habían crecido en los cúmulos de tierra oscura y en los fondos de las excavaciones de los que nunca se erigieron los pilares de cemento.
El viento olía a olvido como hacía veinte años, cuando el último tren, del que descendieron los ilustres viajeros, se detuvo en la estación. Entonces, los globos de colores adornaban el esqueleto de metal de la antigua estación, las banderas patrias crecían como setas en los húmedos bosques otoñales y la cinta de inauguración encandilaba con sus brillantes colores en una mañana triste, de cielos grises y llovizna cansada.
El último pasajero, con las piernas cruzadas, contemplaba el paisaje matinal con la melancolía de los antiguos creyentes, los que murieron en las catacumbas y a los que el huracán de las desvergüenza política dejó desnudos en la segunda década del Siglo XXI. Había comprado el billete de ida, a Toulouse, a Frankfurt, a Rüsselsheim, a quién sabe qué agujero de las tierras del norte. Por entonces no le crecían flores en la boca, solo el amargo sabor de la retama, el hastío, la desesperación por la pérdida de las raíces que alguna vez pensó poseer para siempre.
Los ilustres viajeros descendieron del vagón de primera clase con las tijeras afiladas, con la mirada fija en la cinta, con el viento alborotando sus cabellos de platino. Era mes de inauguraciones, como cada cuatro años. El oficio de afilaor prosperaba en estos días primaverales. ¡Eran tantas las cintas que había que cortar, tantas las semillas de ilusión que había que sembrar en las almas cándidas!.
Era mayo.
La llovizna humedecía apenas las hojas de los álamos.
El cielo era gris.
Las nubes, oropeles de bambú.
El viajero observó el billete de viaje. Lyon, Copenhague, Estocolmo, ¿por qué no Yakutsk, junto al río Lena, entre diamantes y hielo?.
Los viajeros ilustres, cortadores de cintas, con sus cabellos plateados, con sus programas electorales bajo el brazo, y sus sonrisas de triunfadores, poetas de rimas duras como el cuarzo, vendedores de felonías envueltas en papel de regalo, saludaron al público, a un obrero con orejeras antiruído que transitaba por el andén con el contrato para un día en la mano, al cielo gris de la mañana y al susurro de los álamos agitados por el viento. Una orquesta tocó el himno a la alegría, un asesor susurró algo al oído del señor presidente, otro pensó durante unos segundos en su futuro incierto y el de más allá reflexionó sobre lo injusto que podía resultar el mercado electoral, sobre todo con él, tan sagaz, tan leído, tan necesitado de reconocimiento público.
El viajero descruzó las piernas, se masajeó los muslos, buscó la hondura del vuelo de los vencejos, soñó en el crepúsculo de los charlatanes y sus tijeras recién afiladas, en un huracán que limpiara la atmósfera de la pestilencia estancada. Los sueños son libres, no están constreñidos por las tapias de los cementerios de la economía- pensó una milésima de segundo antes de que el señor presidente cortara la cinta y diera por inaugurada la obra de soterramiento de la estación-. Volvió a cruzar las piernas y entonces el tiempo se detuvo, se quedó quieto para siempre.
Era mayo.
La llovizna cesó.
El cielo hundió en su pecho cóncavo las hojas recién afiladas de las tijeras.
Los bloques de hielo descendían ruidosos por el cauce del río Lena.

Los ilustres viajeros subieron al tren, se llevaron los votos y los travesaños de las vías, saludaron desde las ventanas del vagón de primera, se tragaron la saliva y la hiel y se citaron para otro mayo, cuatro años después, acaso con un cielo brillante pero con el agujero de la desesperanza excavado en el corazón de un pueblo...

martes, 28 de octubre de 2014

Punica granatum





Llegó la mañana con sus lienzos de luz. Una detrás de otra, las horas pesaban, empujaban para abajo con su latidos de plomo. Alguna garceta cruzó el cielo, más allá del río y las desnudeces del nuevo día se vestían con el algodón de las nubes que organizaban la cúpula celeste. Nadie podría pensar que en un día como aquel, idéntico a todos los que se agrupaban en fila india desde el mismo origen de la palabra escrita, el mundo se nos viniera encima. Y lo hizo con el estruendo del pie de las cataratas, con la riada de un día otoñal, pongamos que el de Santa Teresa, con la desesperación de los que siempre fueron pobres y comenzaban a atesorar plata y poder.
Pobres gentes que llegaron tarde al festín, que cuando se sentaron a la mesa, del cordero solo quedaban los huesos, que aprendieron de sus predecesores la alquimia de la riqueza sin que nunca pudieran espejar el futuro con sus fórmulas magistrales. Gentes como tú y como yo que frotaron la lámpara de Aladino sin que de ella saliera genio alguno, ni siquiera un doblón de oro o el ojo de la puerta del serrallo.
¡Fueron tantos los ríos de oro que fluyeron desde el corazón dormido del pueblo!, ¡fueron tanto los sueños que se cumplieron entre sábanas de seda, arenas tropicales y noches de blanco satén!, ¡fueron tantas las complicidades silenciadas por el metal que erigió imperios y los envió, una vez cumplida su sagrada misión, a los basureros del olvido!.
Creímos en el fin de la Historia con una lujuria irrefrenable, bebimos de la fuente del comercio, atesoramos las monedas de la traición en el hueco de la indignidad, fuimos inconscientes durante una década creyendo que el espíritu de la época era eterno y no la efímera vida de las magnolias.
Y entonces el mundo se vino abajo con un estruendo terrible.
Cayeron empresarios, cayeron soldados de fortuna, cayeron políticos, alcaldes y antiguos idealistas. Cayeron soñadores sanados hacía dos décadas, cayeron poetas del dinero y economistas de la palabra. Cayeron montañas de decencia, cayeron los últimos vestigios de la enfermedad de la solidaridad. Cayeron y ya nunca volvieron a levantarse.
¡ Qué terrible sensación de desnudez!. ¡Los nimios ahorros de una larga vida de lucha cuestionado por los plebeyos, iluminado por las cámaras de televisión, violado por las miradas burlonas, azotado por los gélidos vientos de la revuelta colectiva!.
Llegan tiempos de honradez forzada, llegan tiempos de justicia.
Punica granatum.

El horror que se cierne sobre el universo.

jueves, 23 de octubre de 2014

tecnócratas y tiburones

Lo que pudo ser la rebelión de los simios derivó, en los primeros años del Siglo XXI, en la de los tiburones, escualos de sangre fría y ausencia de sentimientos que podían de un solo mordisco devorar los sueños de las gentes sencillas del mundo. Junto a ellos retornaron la raza de los tecnócratas  y ambas subespecies de la filosofía del despojo de la Escuela Austriaca de Economía conjugaron sus respectivas rebeliones para acelerar la transfusión de riqueza de las clases medias a las aristocráticas, denominadas en esos años de furor clases emprendedoras.
En los años veinte del Siglo XXI, la alianza de tecnócratas y tiburones había alcanzado todos sus objetivos, se volvió a bailar charleston en Europa y se prohibió el consumo de libertad. No fue necesaria otra guerra mundial y de un nuevo Roosevelt ni se supo. El mundo fue cortijo de los que decían tener ideología y no la tenían y de los que decían no tenerla y la tenían.

miércoles, 22 de octubre de 2014

La senda de los elefantes neoliberales

La senda de los elefantes neoliberales son de ida y vuelta. Cuando declina la estrella que los guía,  marchan en fila india, con los colmillos ya subastados en los mercados del sureste de Asia, con el peso de su usura haciéndoles tambalearse de un lado a otro, a veces bordeando un precipicio que no parece tener fin. Varias veces han marchado los elefantes neoliberales a sus tumbas babilónicas y otras tantas han retornado cuando ya no se les esperaba.
La Historia es larga, tan larga que parece aburrida. Pero  hay un continuum de sufrimiento que la hace trágica en cualquier momento o lugar. La tragedia tiene perfiles distintos, se presenta como una bruja a la que hay que quemar (“nosotras somos las nietas de las brujas que no quemasteis”), como un digger al que hay que decapitar, como un afrancesado al que hay que expulsar con el ejército liberal en retirada, como un muerto de hambre al que hay que dejar morir para que la oferta y la demanda mantengan la armonía demandada por el laisser faire, como una epidemia de peste negra que adapte la población a la cosecha.
A los elefantes neoliberales comenzaron a movérseles los colmillos en el Siglo XVII, pero antes, en el profundo magma de la insidia humana algunas gentes tuvieron el valor de arañarles el marfil con herramientas rudimentarias. La cabeza de un rey rodó por la ribera del Támesis y más tarde, cuando el primer capitalismo tiraba de los lomos de Inglaterra, otra cabeza cayó en un cesto de una plaza parisina. Entonces, los encarnados colmillos de los elefantes neoliberales soltaron un líquido viscoso, podrido, fétido, y ya no eran el ariete tan eficaz que había sido hasta entonces. Se trababan en las estrechas calles de París, se enredaban con las sillas y las mesas de las trincheras, los niños se columpiaban en sus curvas cuando quedaban paralizados por los gritos del gentío que llenaba las calles con banderas, torsos desnudos y la ilusión que el mundo había cambiado de bando.
Después de la II Guerra Mundial los elefantes neoliberales marcharon a sus cuarteles de invierno para desovar sus colmillos en el río del progreso humano que parecía ocuparlo todo. El tiempo torero de embestidas y burlas ideológicas había llegado a su fin. La estaca ya no hacía efecto y los pueblos se consideraban libres (vana ilusión) y no toleraban el yugo en sus costras de sangre acumuladas a lo largo de la desgracia milenaria. Se sentían hermosos, alegres, con un futuro de luz y de esperanza. Tal fenómeno se contagió a todo el Orbe.
No sabemos si fue en ese momento cuando la gente que arrancó de cuajo los pocos anclajes que les quedaban a los colmillos de los elefantes neoliberales se convirtió en casta. En algún momento, la Podemología estudiará ese tiempo histórico y los estigmas que portaban aquellas gentes que soñaban en un mundo sin violencia económica. Lo cierto, es que los elefantes se recluyeron en su cementerio para relamerse las heridas y pensar en un futuro dominio sin colmillos. La coerción ya no servía. Había que diseñar un mundo de azúcar que dificultara el vuelo de las mariposas para que no pudieran hallar la red que envolvía sus ilusiones de libertad. Tampoco se trataba de eliminar la violencia definitivamente. En el cono sur había lugares idóneos para amputar las manos de un cantautor, para llenar campos de fútbol de soñadores o para tapizar las playas de cadáveres traídos por el oleaje. En Europa la cosa era diferente, o eso pensábamos.
Un día la Historia se acabó, o se cortocircuitó o quién sabe qué paso con ella. Y toda la sociedad decidió que las enseñanzas del pasado para nada servían porque la edad definitiva de las fiestas eternas había llegado y ahora solo bastaba con esperar a que el destino te sacara a bailar y te regalara un préstamo hipotecario, una preferente o una tarjeta opaca. Entonces todos fuimos casta porque fuimos sistema. Hay gente que lo niega ahora, que nunca se hizo ilusiones con el país de las maravillas inmobiliarias,  de las noches de blanca luna y de la despreocupación más absoluta. Habría que recordar las vergonzosas fotografías de alcaldes corruptos llevados a hombros desde la cárcel hasta el fruto de su latrocinio o las sonrisas de indulgencia hacia esa izquierda, ahora motejada de casta, que hablaba de la inmoralidad que se estaba adueñando de la Res Publica. Era una izquierda despreciada por el común por mantener ideas demodé. Curiosamente, algunas de esas personas que menospreciaban ideas de solidaridad han hallado la luz, una luz que comenzó tenue y camino lleva de convertirse en una estrella que guía los pensamientos de una generación que ha sido despertada por una dolorosa bofetada de realidad.

La estrella, como ese cometa que presuntamente llevó a un cuadra a unos reyes orientales, cruzará los amaneceres y los crepúsculos de los meses venideros solidificada en un pensamiento de cambio diamantino. Creyentes los hay, ahora solo falta la humildad (o quizá el respeto)

domingo, 19 de octubre de 2014

Campos parduscos


Mi abuela llevó anudada a su cuello
la llave que abría el viento
de aquella franja de tierra,
hasta que perdió los zapatos.
Dos individuos la arrastraron por los adoquines,
los dedos de los pies ensangrentados,
calle arriba calle abajo(¿qué vamos a hacer contigo si no hablas, querida?).
Llovía en el Madrid nevado de simiente negra,
llovía silencio mientras las chimeneas callaban,
y los rellanos de las escaleras callaban,
y las habitaciones de las casas callaban,
y los zapatos en medio de la plaza vacía callaban
y la llave tintineaba en las gotas de silencio.

Los dedos de los pies ensangrentados.

La llave de los misterios se perdió con mi abuela
en las alcantarillas de un Madrid mortecino,
frío (hambre y páramo).
Con ella sucumbió la memoria
y en la franja de tierra creció hierbabuena,
y brazos de jara
y unos poemas que goteaban sobre la luz en los días de rocío.
Poemas de amor
y también de perdón
porque solo en el valle de la bondad
crece la hierbabuena y las amapolas en primavera.


El amor de los años cuarenta
era un amor de raíces e hinojo
que vivía bajo tierra.
Solo de los muertos recibimos amor
y un beso furtivo en el candil de la noche
(y los poemas que leíamos
cuando recordábamos el rostro del poeta
subido a la vida,
en los campos parduscos,
en los nidos de araña).

Un vendaval de olvido
asoló las tierras y las arboledas del valle.
Una cigüeña con una pata herida
erró su destino
y comió hierbabuena con su pico dorado.
Sus plumas se llenaron de letras azules,
de versos podados,
de rimas imposibles,
mientras la noche sucedía a la noche
y la tristeza brotaba todas las primaveras
de las yemas hambrientas de los árboles.

sábado, 18 de octubre de 2014

Las serpientes quietas

No lejos,
las serpientes quietas, calladas,
observando el brillo del sol sobre los rastrojos,
el latido inane de las barcazas,
que eran exhibidos por las plazas de los pueblos
y enturbiados en las charcas de las aldeas,
el silencio que pudo ser eterno
de los versos recitados
en los contrafuertes de la lealtad y de la verdad.

El mechón de cabello del poeta
en la cajita de música,
madera oscura que huele a muerte,
y un poco más allá su mano asolada,
el reflujo del agua de la laguna
y el brillo de los saltamontes
que penan el crepúsculo
con una pose de tumba colectiva.


En la línea pardusca de las colmenas,en la ladera de los diapasones que templan el alma,
a la vista del campanario que domina el valle,
se excavó una fosa común.
Allí fue enterrado el poeta,
y con los huesos de raíces
y lombrices blanquecinas de sus vecinos,
compuso un poema a las estrellas,
extraños versos para un hombre
de ojos de arena mojada.

La miel regó la tierra removida,
se fragmentó en perlas dulces
y cada flor de la primavera siguiente
se vistió con el olor,
con el sabor,
con el amor de los enjambres de abejas
que murieron en los campos de batalla,
junto a las barcazas,
el musgo
y el semen estéril de los soldados.
Aquella franja de tierra fue solar de libertad
en los terribles años que sucedieron a la derrota,
allí estaban esparcidas las palabras del poeta del agua,
de la tierra,
de la luz
y de la desdicha...

viernes, 17 de octubre de 2014

Ya no queda en el lugar...

Ya no queda en el Lugar palomar como el de nuestro padre,                  

abandonada la aldea,
asilvestrados los campos,
secos los pinares,
ardientes las semillas
que nos da la madre naturaleza,
olvidados los escondrijos de nuestros antepasados
debajo de la nieve,
de los sarmientos
o de las mieses desbriznadas.

La llave de los misterios
se perdió en la ponzoña de las alcantarillas de Madrid.
La llevó mi abuela anudada al cuello
en los largos paseos por el Barrio de San Blas,
con sus medias de lana
y su mirada hundida en las tumbas presurosas del pasado
(en los bordes húmedos de las nichos excavados,el pasado dibuja el origen y el fin de la vivida dignidad,
un hilo de tierra sin nombre,
una casi perfecta cuerda de abejas,
un susurro como de bombas astillando los troncos,
y las ramas y las hojas, de los almendros).


La primera caída supo a miel,
la tierra a hiel.
Una a una sucumbieron las colmenas
bajo el silbo caníbal del hacha.
La miel se solidificó en el polvo del páramo,
sin nombre ni pergamino.

jueves, 16 de octubre de 2014

Una tarde temprana de agosto

Fue la segunda caída, o la tercera                                               
(para el caso los proverbios son inútiles).
En medio del campo,
con dos hileras de arbustos espinosos
rodeando la piedra manchada de sangre,
el mechón amarillo de cabello un poco más allá,
cerca de riachuelo,
y la mano asolada por las moscardas
de una tarde temprana de agosto.

Rebaño de muerte,
en lontananza la luz de los álamos
y más allá,
en el corazón envuelto de polvo,
la mansa mirada del pastor
y su pelaje sucio y deshilachado.

¡Si al menos el perro ladrara
cuando el viento sopla del bosque,
o cuando las aguas brotan del corazón de la tierra
y las barcas se balancean levemente
con los cantos lanzados en derredor,
espejando el cristal
que refleja peces oscuros y cangrejos antediluvianos!.

¡Si supiéramos defendernos de la lluvia de redenciones
que se apelmazan en los limos de la sequía,
mirar el sol con la mano de visera
y el alma de misterios abiertos
a la brillante claridad del páramo!.

Mentiras,
hemos aprendido a mentir
(y a reescribir lo pensado)con la materia del olvido.
Y allí, en aquella colina blanca,
se alzan sobre la perpendicular del desierto
(rastrojos amarillos, relojes de arena y ovejas de lana pardusca)
molinos de encalado negro,
velas blancas
y el armazón petrificado de una clase social náufraga
que todavía guarda reaños
para embalsamar sus mortecinas verdades
en tinajas de barro rojo
o en la carcoma interior de un olmo centenario,
espasmo inútil de longevidad frente a lo sempiterno:
la espadaña, la cruz de latón y el calabozo de los perros,
enfermos todos de tristeza
y de luna ausente.

lunes, 13 de octubre de 2014

La nueva banca mediterránea...



Hoy, al pasar delante de un banco, antes Caja de Ahorros, he leído un cartel de publicidad con el siguiente eslogan: “La nueva banca mediterránea”. Y me he puesto a temblar, no sé si por “banca”, por “mediterránea” o por la conjunción de “banca” y “mediterránea”. No sé, me recuerda al consumo de  lencería femenina a las tres de la mañana, a las pernoctaciones en los paradores nacionales, a las compras en boutiques de lujo o a la retirada de dinero en efectivo. Por lo que siempre sentiré curiosidad es por los libros que se compraron con las tarjetas negras. ¿Paulo Coelho?, ¿manuales de autoestima o de nuevos ricos?, ¿de protocolo?, ¿Anatomía de Grey o las obras completas de Marx y Engels?, ¿El amor en los tiempos del cólera?, ¿En busca del tiempo perdido o Coge la pasta y sal corriendo (esto último, es una película, una obra de teatro o el estado sentimental de la casta patria?).

La nueva banca mediterránea. ¡¡¡¡Uffff!!!. 

domingo, 12 de octubre de 2014

Es mejor quemar banderas que quemar libros...

Es mejor quemar banderas que quemar libros, sobre todo si las primeras son de nailon (me provocan alergia)
es mejor quemar libros que quemar campos de trigo, sobre todo en tiempos de guerra, que lo son también de hambruna,
es mejor quemar campos de trigo que pueblos campesinos, hundidos allá en el fondo del valle, junto a un río blanco como la piel de mi amada,
es mejor quemar pueblos campesinos que incendiar los mares con fuel o con la costra de sangre que dejan los tiranos en las pieles de los pueblos,
es mejor incendiar los mares con fuel o con la costra de sangre que dejan los tiranos en las pieles de los pueblos que quemar la sonrisa de una niña de, digamos, siete años con el dorso de la mano,
es mejor quemar la sonrisa de una niña de, digamos, siete años con el dorso de la mano que abrasar los sueños de miles de niñas en los prostíbulos de Asia, o de África, o de la calle de atrás de tu casa,
son mejores las desgracias individuales a las colectivas, pero el crimen, el pecado, la aberración es la misma en uno o en otro caso.
Quemar una bandera, quemar miles de banderas,
quemar un libro, quemar miles de libros,
un trigal, miles de trigales,
un pueblo de chozas de barro, miles de pueblos de chozas de barro.....

Cuando se hace por primera vez, el veneno se inocula en la sangre y ya todo es destrucción, muerte y olvido.

viernes, 10 de octubre de 2014

Han ido a por nosotros...

Han ido a por nosotros enseñándonos sus fauces. Y no hemos visto nada bueno, solo oscuridad y engaño. La historia de nuestra tierra es la crónica del olvido. Hemos enterrado la verdad, y con ella a los hombres y mujeres de valía que alguna vez fueron los heterodoxos condenados al destierro y el oprobio. Gente que habló en voz alta, que luchó, que murió o que se marchó con una maleta y la mirada perdida en un paisaje de somb
ras compactas y luces deslumbrantes.
¿Y con qué nos hemos quedado?: con curas, monjas, poetas que versaban más acá de la cuenta, escritores olvidados, padres de ilustres, barracas, jotas y otras mendicidades. Mediocridad, provincianismo y aburrimiento. Ni siquiera Ramón Gaya es hijo de esta tierra, ni Mariano Ruiz Funes, ni Carmen Conde, ni Antonio Oliver, ni tan siquiera nuestro Vicente Medina…
 Perdimos alguna vez la capacidad, o el poder, de recordar, de inscribir en el frontispicio de nuestro horizonte vital las vidas de otros murcianos y murcianas que fueron parte del mundo, que bebieron de las fuentes de la tolerancia y de la libertad, y solo quedaron los nombres de la servidumbre, de sus amos, de las gentes que nos negaron una y mil veces la condición de seres humanos. Cuando miramos para atrás, y cruzamos los lindes del siglo, vemos una estepa yerma, sin luces, sin árboles frondosos que pudieran cobijar bajo su fresca sombra los latidos de la verdad. Ellos siempre fueron los amos, escribieron la historia y segaron el recuerdo de las gentes que pudieron ser nuestros referentes, humana y espiritualmente.
Es difícil vivir en una tierra que borró la memoria de sus hijos e hijas, de todas aquellas personas díscolas que quisieron cambiar la realidad y que se estrellaron con el poder caciquil de los señores del país. Gentes que vivieron muchos años silenciadas, señaladas, olvidadas, desarraigadas de la memoria colectiva, y a las que, con la democracia, se les dio migajas en forma de rótulos de calles, nombres de algunos (escasos) institutos y museos aislados, mientras su pensamiento, su obra, su arte era obviado.

Y ahora, con la crisis, con el despertar colectivo que ha supuesto saber que volvemos a estar en la ruina porque los mismos caciques de siempre han vuelto a enriquecerse a nuestra costa, mientras se rasgan las vestiduras porque algunos y algunas nos atrevemos a cuestionar sus ladrillazos y tijeretazos, sería bueno, sería decente, volver la mirada y recordar que no todo el pensamiento, la literatura, el arte de nuestra tierra estuvo siempre en manos de la mediocridad y el dominio indecente. Tuvimos liberales, tuvimos gente abierta a una cultura cosmopolita, tuvimos personas a las que se las quiere enterrar en el valle del olvido porque son ejemplo palpable de que una vida distinta y más libre es posible en estas tierras mediterráneas, en estos paisajes murcianos anegados por la intolerancia de unos pocos.

jueves, 9 de octubre de 2014

Un reino eterno....(*)



En el Reyno de Murcia se envuelven longanizas con billetes de quinientos euros, se desprecian los impuestos directos, no así los indirectos, porque los ricos son mayoría y los pobres se refrescan con la brisa de octubre de las noches meridionales, que son blancas como las noches bálticas y serenas como el crepúsculo en los bosques boreales.
El tiempo transcurre en el Reyno de Murcia como en los días de La caída de los dioses de la estepa de Ismail Kadaré. Tierra hermosa, agua, mar, vida, mientras se recrudecen las campañas contra el pensamiento divergente, se abomina de los premios nóbeles y se mira en el ombligo ajeno el origen de toda maldad e ineptitud, congénitas en los otros, inexistente en nosotros.
En el Reyno de Murcia la vida se desenvuelve como en las mejores novelas de ciencia ficción: la paloma blanca del replicante fenece en las manos de la cultura, Blade Runner se proyecta en los cines de Orión y los parques temáticos atraen buitres a los futuros bosques, rápidos y estrellas dóricas de los alrededores de Alhama. ¿Alguien ha indagado la semejanza temática entre la novela decimonónica española y rusa?. Seguro que sí, pero nuestros valcarcianos no leen literatura, solo los apuntes de sus cuentas corrientes. Es triste como la tristeza de un incendio reflejado en la cara heroica de la luna declinante.
El Rey Padre nos sigue gobernando  con una guitarra española. De madrugada, canta a las nubes blancas que cruzan el cielo y observa perplejo los láseres de las zonas de fiesta. En derredor, los poetas escriben odas, sonetos, versos de rima libre, se acuestan a altas horas de la madrugada, hablan en los consejos de gobierno, beben y sonríen al rey. Toda la poesía del país de los últimos 16 años puede leerse en el Boletín Oficial del gobierno. Es mala, malsonante, sin ritmo, sin colorido: hangares desiertos, ciudades vacías en mitad de la nada o paralizadas a medio construir, proyectos futuristas, incendios, cuervos alrededor, serpientes, tortugas abrasadas, cloacas, dinero enterrado…
Nuestra felicidad en el Reyno de Murcia es relativa. Somos y no somos, reímos y lloramos al unísono, observamos en los demás la perfidia de la insolidaridad pero obviamos la nuestra propia, leemos Escuela de Mandarines y miramos para otro lado, reflexionamos sobre el caciquismo de la Restauración e intuimos los rostros de sus beneficiarios en la Corte Regia, sabemos que vivimos en el desastre permanente pero minimizamos y somos felices, somos un pueblo de súbditos felices gracias a Él, a nuestro eterno Rex

(*)- "Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar". Vestusta Morla


martes, 7 de octubre de 2014

Si alguna vez has sido hermoso en fragmentos de cristal...

" Si alguna vez has sido hermoso en fragmentos de cristal
Que empapan las estrellas con su luz de ojos de halcón,

Si alguna vez los pasos que retumban en el rocío de la madrugada
Han sido relámpagos con los que saciar la sed
De un cuerpo azul, húmedo, de sortijas de risa
Y bocas de papel y arena,

Si alguna vez tu cumpleaños te ha mortificado
Con una sonrisa de hiena ante su festín putrefacto,
Y has querido huir de las raíces de cemento
Que te atan a la realidad de bordados profilácticos,

Si alguna vez las calles han sido tu refugio
Y en mitad del campo, en lo alto del campanario,
En el frío tributo de dolor del asta de un toro bravo
O en las cornisas de carámbanos de las Torres Gemelas
De finales del siglo fenecido, has amado con el abandono
De las baterías de las lechosas cortinas del mar,

Si alguna vez has odiado el espejo del cielo
Y has llorado oculto
en los sifones de los edificios
Buscando la oscuridad eterna entre las ratas,
Las cucarachas y los orangutanes convertidos a la fe verdadera,

Si alguna vez has leído poemas de amor que te espacian la mente
Con las esquirlas oxidadas de los dientes de las comadrejas de los bancos
 Santander, Popular, Deustsche, Société Générale, England
(et alter)
Y has introducido poemas de Else Lasker-Schüler en los tarjeteros
De las cajeros automáticos con la intención de protestar
Y gritar y gritar y gritar y gritar y gritar
Hijos de puta en sus caras sonrosadas por el hielo del $,

Si alguna vez te has sentido persona y no has abofeteado el rostro macilento
De las fotografías de las portadas de los diarios más influyentes,
 te has meado y el viento se ha reído de ti porque eres  mediocre,
un perdedor, un harapiento, el gusano que te mira desde el dedo pulgar
y te señala con sus flacidez
y te guiña un ojo
y te devora la carne del cerebro, blanca, grasienta,
inútil para cualquier cosa que no sea babear ante una joyería,
o un concesionario de coches,
o una inmobiliaria,
o una tienda de ropa de marca…

Si alguna vez has pensado que yo no te miraba
Mientras tus ojos hundían la lujuria en un mar de relojes de oro,
Cartas náuticas, candelabros de plata, luces de mariposas
Aleteando nubes de aguardiente en el espacio minúsculo
Del ojo de una aguja,

Si alguna vez has pensado que pensar
No cimenta  Presas de las Tres Gargantas, ni humilla pueblos
Arrastradas gentes por el fango,
Ciudadelas de estrellas diurnas, luna hambrienta
De labios carmesíes, cuerdas infinitas que se ocultan
Detrás de los cedros y la nieve del Líbano,

Si alguna vez has adorado el becerro de oro,
Has leído dogmas de fe en libros sagrados
Que triangulan la mirada de la muerte en los versos satánicos
Del río de versos latinos en el canto opaco de los monjes
Gregorianos,

Si alguna vez has sido hombre
Y no has despreciado el ritual de la sangre,
Derecho natural desde las primeras pinturas rupestres naturalistas,
Y has besado con los labios de la mentira
Las conversaciones de los grupos de menos de cuatro personas,
Balas de gomas, botes de humos, sonrisas profident,
Una yegua de parto, el calor de la placenta,
Arde la paja y con el la vida de los seres abisales,

Si alguna vez has sido libre y no sabes la razón,
Volverás a leer este poema,
Quizá no la encuentres pero te reirás de ti mismo".